Es verdad que estoy
triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el
tomillo,
otra la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé
dónde.
(Emilio Ballagas, Nocturno y elegía)
No fui yo
–quien con
cálido y húmedo aliento–
vistió de
primavera mi eterno invierno.
Fuiste tú
la marea, el huracán, el fuego...
Yo sólo
arena, palmera, leño.
Me creí
con fuerzas,
atravesé
el océano,
alcancé a
ver la orilla.
Pero
pronto se hizo noche,
cesó el
canto de las olas,
me
cubrieron el frío, la oscuridad, el silencio.
¡Ya no
quiero mis alas!
¿De qué me
sirve ya el cielo?
Si no
puedo tenerte,
entonces...
¡Déjame ser el viento!
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